EXTRAÑOS CORTOS RELATOS

El blog recopilatorio de las idas de pinza de Mortfan1

17 mar 2009

Injusticia de andar por casa

Por fin había terminado su jornada. Por fin era viernes.
Cambió la dura tela azul del uniforme por la suave sensación del algodón. Se dirigió con parsimonia estudiada a la cocina y preparó una frugal cena. Suspiró, mientras observaba con disgusto las facturas, dispuestas desordenadamente sobre la encimera. "Tanto trabajar para esto" pensó, negando la evidencia con la cabeza. Cogió la bandeja con el plato y un vaso, medio lleno de vino de cartón, "el placer de los pobres" sonrió para sí. Encendió la tele mientras se sentaba en el sofá y se dispuso a cenar, con evidente placer.
La misma rutina de siempre. Todos los días llegaba a casa, se cambiaba la ropa, y cenaba frente a la tele para, después de un rato, irse a dormir y esperar un nuevo día. Siempre sacrificaba su tiempo por dinero, como todo hijo de vecino, para pagar la casa, las facturas, la comida... le parecía que trabajaba para los demás, más que para sí.
Miró con atención la noticia. Habían vuelto a bombardear la zona. En las imágenes en pantalla corría la gente, como pequeñas hormiguitas, sucia y ensangrentada, gritaban y lloraban. Todo por nada. No había razón alguna que pudiera justificar eso. Ante sus ojos pasó un hombre sollozante, llevando en brazos a un niño ensangrentado. Tenía los ojos cerrados y el rostro se había detenido en una expresión de paz, cual si estuviera dormido profundamente.
Volvió la vista entonces a su alrededor. Quizá su piso no fuera el más grande, quizá tuviera humedad y el casero no se hiciera cargo de los gastos que le tocaban, quizá los muebles estaban viejos y había tenido que arreglar muchos por su cuenta para poder aprovecharlos... Es posible que tuviera que comer en soledad frente a la tele, pues la mayoría del tiempo no tenía dinero para salir con sus amigos. Puede que se agobiara a principios de mes para pagar sus deudas y a finales, porque no le quedaba para comprar comida... Pero, al menos, vivía en paz. Al menos, no tendría que ver jamás a su hijo ensangrentado en sus brazos, moribundo.

Sábado por la mañana. Con una sonrisa plena entró en el recinto. Era un sitio deprimente, con frías paredes de hormigón y gruesas rejas. Cientos de animales se hacinaban allí, todo lo bien cuidados que les era posible, dados los pocos recursos con que contaban. Gustaba de ir los fines de semana, pues amaba a todo ser vivo y se sentía en deuda con ellos, por el amor que le regalaban, aún a pesar de conocerlo a duras penas.
-¡Hola! No sabía si vendrías hoy... ¿Qué tal estás?
-Muy bien ¿Tenemos alguno nuevo?-preguntó.
-Sí- Una mirada triste apareció en el rostro que le hablaba- Acaba de llegar una. Está muy mal, no he podido ni verla.
-No te preocupes. Yo me encargo.
Era una perra de caza. Una pointer preciosa. Suspiró, al tiempo que hundía los hombros. Lo mismo de siempre. Acaba la época de caza y abandonan a aquellos que, una vez, fueron inseparables compañeros. Aún peor. A veces, temerosos de que los perros puedan encontrar el rastro de vuelta a casa, los abaten con las mismas armas que usaban antes para cazar a las presas que el animal encontraba.
-¿Qué le pasa?- cogió el rostro del animal. Era completamente blanca, excepto una mancha negra rodeando un ojo, posible metáfora de las dificultades de la vida.
-Perdigones. Acabo de hacerle una prueba, uno se le ha incrustado en un pulmón.
-Mierda- dijo- Eso no es bueno- acarició a la pequeña con dulzura, mientras observaba la radiografía.
-Creo que sería mejor sacrificarla, pero quería esperar a que dieras tu opinión.
-Tienes razón- le dolía más de lo que pudiera expresar. Cada uno de los animales que pasaban por sus manos eran fantásticos. Alguno traía problemas de comportamiento pero ¿qué se le puede pedir a quién no conoce los modos de vida humanos y tiene que aprenderlos a golpes? A la mínima muestra de cariño, todos se rendían a la mano humana- Será mucho peor para ella que esperemos.
La perra lamió su mano y gimió con dolor, pidiendo una tregua al dolor que la recorría.
-Ya, pequeña, ya- tenía un nudo en la garganta. Esto era algo a lo que no se acostumbra uno jamás. Siguió acariciándola mientras le clavaba la jeringuilla. La perra observaba con amor, con paz, expresando todo lo que podía haber sido en una mirada. En un segundo, su expresión se quedó vacía. Había muerto.
-Pobrecita. Debió pasarlo muy mal.
-Peor lo pasará el dueño como lo identifiquemos- dijo con rencor- La llevaré al crematorio.
La cogió suavemente y una lágrima corrió por su mejilla, mientras transportaba a la perra ensangrentada en brazos. No había nada que justificara esto. Nadie tenía derecho a tratar así a otro ser vivo. Ella mostraba una expresión de paz, como si se hubiera quedado dormida de repente. Y pensó que, en el fondo, no era todo tan distinto. En el fondo, no vivía absolutamente en paz.

6 comentarios:

Reithor dijo...

Este está muy bien, consigues que uno se ponga en situación e incluso que alguien que no tiene mucha debilidad por los animales (alguna si, pero no soy un caso acérrimo) sienta por dentro el gusanillo de manifestarse en defensa de los animales, o algo más.

¿Lo vas a presentar al concurso de usuarios de bubok? Yo lo veo adecuado al tema de esta quincena

¡Un saludo!

mortfan dijo...

Era mi idea, pero tengo que pedir la cuenta para presentarlo a lucia@bubok.com ¿no? Ya la he solicitado y estoy esperando respuesta...

Reithor dijo...

a mi tardó tres días en dármela, así que no desesperes :) Es una señorita muy ocupada.

mortfan dijo...

Hace falta más que eso para desesperarme... ;D Pero gracias igual...

Daniel Hermosel Murcia dijo...

Hola, te mando por privado en bubok los datos de la cuenta para que lo subas, ¿vale? ¡Suerte!

mortfan dijo...

Ok, gracias!!