EXTRAÑOS CORTOS RELATOS

El blog recopilatorio de las idas de pinza de Mortfan1

25 jun 2009

Exámenes y sus consecuencias

En época de exámenes sólo tienes dos opciones.
Estudiar... y estudiar.
Y en el tiempo libre... aburrirte.
Porque no puedes ver nuevas películas ni leer nuevos libros por miedo a ocupar valioso espacio en tu cerebro caprichoso en estas épocas. Puede ser que entre algoritmos, alfas, omegas y navegantes españoles del siglo XV tus neuronas se cabreen por el exceso de actividad si encima las obligas a procesar nueva información y luego almacenarla en una esquina hasta que acabes los exámenes. Y su venganza puede ser terrible.
¿Cómo explicarías después al tirano de turno, el profesor encargado de corregir, que tú querías explicar que Homero escribió la Ilíada y la Odisea, se le atribuye la Batracomiomaquia y los demás poemas homéricos siguen su estela aunque no se presuponen suyos... cuando lo que está escrito en el papel es que el capitán Kirk y Spok tenían un lío con Gollum y se dedicaban a sodomizarse unos a otros mientras Lara Croft lo grababa para colgarlo en youtube?
La visión puede ser apocalíptica. La visión de los ojos desorbitados del profesor, digo. Y su expresión de gusto al tachar con el todopoderoso bolígrafo rojo(los más sádicos tienen un rotulador gigante de los de subrayar) tu esfuerzo y ponerte un cero como una casa en tu expediente.

Es que... la vida del estudiante es dura. Así que, ya sabéis, cada vez que queráis preguntar cómo van los exámenes... cada vez que os asalte la duda de lo que la persona en cuestión estudia... cada vez que os pueda la curiosidad por saber cuándo acabará la carrera... Mejor mordeos la lengua. Porque con las neuronas recalentadas, el cerebro derretido por el esfuerzo y un manchurrón negro en el expediente... puede ser que la parte irracional tome el mando y te arranquen la cabeza de un mordisco...
Quedas avisad@.

20 jun 2009

Don´t feed the troll

¡Hola gente de la tierra! O del blog, como deseéis.

Hacía tanto tiempo que no escribía por gusto en este blog que ya casi había olvidado lo que es. Será por mi pasividad social o porque en cuestiones de actualidad estoy igual de perdida que un pulpo en un garaje, pero lo cierto es que me conformaba con colgar relatos, ya sabéis, de esos que mi mente vomita en los momentos más insospechados sin hacer crítica descarnada, como alguna que tengo por ahí perdida... Véase Padres...

Así pues, entre pasividad, pasotismo y vagancia pura y dura me entregué a la escritura de mis relatos y de mi próximo libro, que me tiene un tanto absorbida, y me olvidé de disfrutar sin más del mundo...
Pero todos tenemos un interruptor alojado entre neuronas y cables imaginarios que, de vez en cuando, hace ¡Clic! y enciende una hipotética bombilla en tu cabeza.
Para mí, hoy, el dedo acusador que ha presionado el interruptor ha sido esta imagen:

Me parece sencillamente genial...

¿Y a qué viene esta historia?
La cuestión es que, relato arriba relato abajo, me decidí a escribir un libro. Una especie de proyecto personal. Y me apunté a una editorial en internet de autoedición(valga la redundancia) que cuenta con una buena cantidad de escritores decentes y con futuro, unos cuantos escritores normalitos(y no pienso decir en qué grupo me hallo... o me pierdo, que para el caso es lo mismo) y uno que es demencial.
Y, sí señores y señoras, uno. Solitario en su mediocridad.
¿Que hay más de un escritor mediocre? Sí, por supuesto... Pero da la casualidad de que éste en particular participa asiduamente en el foro y, por tanto, es mundialmente conocido dentro de él.

Yo, pobrecita de mí, en mi inocencia lo tomé simplemente por un ignorante, en un principio. No sabe escribir y, poco a poco, va demostrando que tampoco sabe leer pues no sólo se empeña en usar "palabros" difíciles e inexistentes como tragiversar o patológia y comete faltas tan flagrantes como básicas tal que aller, sino que además esquiva todos los intentos de la gente del foro por corregirlo. Y, en fin, cuando te empiezan a escocer las lentillas y tu cerebro pugna por salir de tu interior empujando tus ojos hasta que hacen ¡Pop! simplemente ya no aguantas más y le sueltas cuatro cosas bien dichas. Y ése es el error.

Un compañero dijo, acertadamente, que era un troll. Pero a muchos nos daba pena, a pesar del spam indiscriminado y los privados reincidentes. Muchos pasábamos de contestaciones agrias cuando decía que lo apoyábamos por privado, siendo ésta una mentira de las gordas, de ésas que significan un lavado de boca con jabón por parte de la abuela cabreada...

Finalmente, he llegado a darle la razón. Iván, cuánta razón tenías... Desde luego si no es un troll por iniciativa propia está aprendiendo a pasos agigantados y tiene peligro de convertirse en el rey de todos ellos ¿Qué digo rey? En el dios Único y Todopoderoso de los trolls.

Y, en realidad ¿qué es un troll?

Un personaje con un ego de proporciones descomunales y la autoestima al nivel del betún, o más abajo, que sólo encuentra diversión enfrentando a aquellos que forman parte de la comunidad, foro... en que se encuentra.
¿O sólo es un pobre imbécil, con ansias por llegar a ser retrasado mental(como todo mi respeto para ellos) que no entiende que la discordia se extiende allá por dónde va destruyéndolo todo a su paso?¿Es sólo un pobre Othar que no sabe que acabará siendo conocido como "el caballo de Atila", siendo Atila el malestar y las náuseas que genera su sola presencia?
En fin, quién sabe... yo, desde luego, no.

Pero en uno de sus múltiples, repetitivos y mareantes post, el mismo Iván que nos advirtió sobre él en un principio, nosotros pobres incautos confiados, le respondió con esa imagen.
Y mi mente hizo ¡Clic!
Y mis dedos honraron su esfuerzo escribiendo este mensaje.

Así que, ya sabéis, seguid la gran verdad que reza la imagen:


Cada vez que alimentas a un troll... Dios mata a un gatito.
Por favor, piensa en los gatitos.

DON´T FEED THE TROLL

9 jun 2009

El narrador

La tenue luz de la hoguera casi extinta se proyectaba sobre el rostro del narrador acentuando el aspecto místico que le proporcionaba la larga barba blanca trenzada. En sus facciones aún se podía distinguir el orgullo del guerrero y la picardía del muchacho que había sido. Miró al pueblo congregado frente a él: hombres y mujeres jóvenes, ancianos y niños, adultos en la flor de la vida. Uno de los niños sonrió impaciente y el narrador le devolvió el gesto antes de comenzar su relato.

"Una brillante mañana de la Luna Sagrada, Algren decidió ir a cazar en solitario. Su nuevo arco clamaba por demostrar su valía y el portador no pudo resistir su llamada.
Era Algren miembro del antiguo pueblo de los Djaboc, similares a los seres de poder en forma, aunque distintos en aspecto y esencia. Un grueso vello cubría todo su cuerpo y lucían afilados colmillos sobresaliendo de su mandíbula inferior. Algren era el mayor entre ellos. De aspecto feroz y fuerza hercúlea pero igualmente amable y atento.
Se encaminó, pues, al bosque en búsqueda de algún animal incauto que cayera bajo sus flechas."

El narrador se detuvo un instante. Todos lo observaban embelesados, anhelantes de la continuación. Estaban bajo su hechizo.

"Como bien sabéis, para ser buen cazador cuerpo y mente han de estar en sintonía con la naturaleza. Debes ser silencioso como la leona entre las hierbas altas y rápido como el gamo en la carrera.
Así, Algren rastreaba el bosque con pericia, serpenteando entre los árboles con agilidad y atento a todo ruido emitido por ser natural, cuando un sonido atrajo su atención por completo. Haciendo uso de técnicas antiguas (el narrador pegó su oído al suelo) escuchó atentamente intentando identificarlo. Un rumor sordo invadía la tierra, cegando todo movimiento tectónico conocido. Pero ¿de dónde vendría? (una exclamación ahogada colectiva resonó en la cabaña) Tratando de averiguar la procedencia, Algren se encaminó allí donde el sonido era más nítido. Pisaba con cuidado evitando las ramas a su alrededor, intentando no dejar marca de su paso ni avisar de su presencia."

El narrador volvió a pausar el relato. Una niña lo miraba con los ojos muy abiertos y pidió silenciosamente que continuara.

"- ¡Algren! (el narrador casi gritó el nombre usando su voz más grave y solemne, inclinándose hacia la niña que dio un respingo y se quedó boquiabierta) Escúchame...
Algren se dio la vuelta apresuradamente tratando de localizar la imponente voz a su espalda.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? - preguntó.
- Soy Camet- respondió la voz.
- ¿Camet? ¿El dios de la guerra? - inquirió nervioso, pues como bien se sabe hasta los más valientes han de temer a los dioses- ¿Qué es lo que quieres de mí?
- Algren, debes volver a tu pueblo y decirles que abandonen sus casas y huyan a las montañas.
- ¿Por qué debería hacer tal cosa?
- Ese rumor que oyes es el de un ejército que, bajo mis órdenes, se dirige hacia aquí para conquistar el lugar. Te hablo porque quiero daros una última oportunidad.
- ¿Una última oportunidad? ¿El exilio o la muerte es lo que propones? - Algren observó al dios con odio y se encomendó a la diosa Djabya, protectora de su pueblo - ¡Nunca! ¡Lucharemos! ¡Y venceremos! (Un rumor de aprobación y un grito de excitación sobresalieron entre la multitud) ¡Djabya, ayúdame! - por la gracia de la diosa, Algren pudo ver a su etéreo contrincante durante un segundo, suficiente para arriesgar un flechazo certero.
- ¡Algren!- gritó el dios, herido de muerte por el venablo envenenado de la magia de Djabya- ¡Yo te maldigo!
- No, Camet. Tú eres el maldito.
Con un bramido descomunal, el dios explotó en millones de pedazos de luz (el narrador se sentó de nuevo y se oyó un solo golpe de tambor) y Algren volvió a su pueblo para avisar de la próxima invasión.
Así fue cómo comenzó la Guerra Sagrada."

Los oyentes aplaudieron generosamente con sus muslos. Los niños se acercaron al narrador y se sentaron en su regazo pidiéndole que continuara contando la gran guerra. Algunos ancianos palmearon su espalda de manera aprobatoria. Una mujer se acercó a él y le ofreció un trozo de asado y una copa de vino con una sonrisa pícara. El narrador correspondió al gesto complacido. Después, la vería en su lecho.
Un buen relato siempre merece una buena recompensa, pensó.