EXTRAÑOS CORTOS RELATOS

El blog recopilatorio de las idas de pinza de Mortfan1

30 ene 2009

Querido papá...

Querido papá...

Te escribo desde la desesperanza de saber que nunca llegarás a leer esta carta. Sin embargo, prometí seguir adelante y eso procuro. Nunca he sido persona de un solo lugar, sabes que a mí me gusta ver mundo. Ahora, mientras estoy en esta pequeña villa, con un café humeante ante mí, no puedo más que sonreírme y acordarme de cuando fuimos a Egipto. Esa cultura milenaria nos capturó, visitamos cada rincón, hablamos con cada persona que encontramos en nuestro camino. Desde donde los cocodrilos juegan con los niños en el río hasta donde las pirámides abarcan el horizonte... ¿Recuerdas querido papá?¿Recuerdas la emoción de los lugares mágicos, de descubrir al fin lo desconocido?
Un perro viene a oler mi pierna. Finalmente me ha mirado con esos grandes ojos castaños y le he dado una de las galletas que me han traído con el capuccino. Éste es un sitio fantástico, te habría encantado poder visitarlo. Es una pequeña villa, con el encanto de los lugares antiguos. El verdor de su naturaleza se esparce por todas partes, así como la humedad del rocío. Los sonidos del bosquecillo cercano me recuerdan a los cuentos en que duendes y hadas son los protagonistas involuntarios de la imaginación humana, y casi parece que se vaya a hacer realidad y el aire esté a punto de llenarse de diminutos seres mágicos. Las hojas cantan al compás del viento mientras rasgueo estas palabras sentada en el café, bajo la sombra del roble, que me protege del sol que se cuela entre sus ramas.
No existe otra cosa que tranquilidad y serenidad aquí. Parece que el tiempo se haya detenido para conservar un momento perfecto...
Sé que nunca leerás esta carta querido papá. Sé que jamás podrás visitar este sitio. Sé que no puedes sentir la paz que yo siento en este momento, la paz que siento cuando paseo por las calles empedradas con sabor colonial. Sé que nunca podrás sentir esto. Tú estás inmerso en otro viaje ahora, en un viaje al más allá, al mundo después de la muerte. Quizá ahora sientas el vértigo de llegar a un sitio desconocido. Puede que bailes con las estrellas y pasees con los dioses antiguos por los prados mitológicos. O no. No puedo saberlo, porque yo tampoco puedo leer tu carta. Pero estoy segura de que, estés donde estés, ahora estarás sentado escribiéndome una carta. A pesar de que no llegue a leerla jamás. Lo harás porque yo lo estoy haciendo y porque soy tu hija. Lo harás porque tu interior y el mío son iguales.
No recibirás mi carta, pero te acompañará siempre... No recibiré tu carta, pero siempre estará en mi corazón...

Es todo por hoy. Me levantaré de la silla lentamente, aspirando el aroma a café y chocolate caliente que sube por la calle y me dirigiré a la posada. Mañana será otro día. Mañana te escribiré otra carta.

Adiós querido papá. Adiós para siempre.

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