Golfo

Cuando llegó parecía una ratita. Era un perrito lindo con ganas de dar mucho cariño. Se apoderó del corazón de todos enseguida. Tuvimos unos meses fantásticos.
Pero un día salí a la calle. La puerta no debió quedar bien cerrada y el perro consiguió abrirla. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, Golfo estaba del otro lado de la carretera. Miré a ambos lados, vi que no venía ningún coche y lo llamé para que volviera a casa, pues tenía miedo de que si iba a buscarlo se pensara que estaba jugando y saliera corriendo.
Él me escuchó y vino hacia mí, corriendo de la alegría, cruzando por el paso de peatones, como le había enseñado. Pero el coche era alto y el perro pequeño. No lo vio y le pasó por encima.
Yo lo vi todo.
Jamás olvidaré esa imagen, me perseguirá hasta el día de mi muerte. Yo acuné a ese perrito cuando llegó para que se durmiera, porque venía plagadito de parásitos internos, ya que al insensible de su dueño no se le había ocurrido que pudieran dolerle.
Todos me decían: "no lo vio", "pudo pasarle a cualquiera", "él vivió una vida fantástica hasta ese día"... pero nada de eso servía para consolarme. Hasta que un día alguien, no quiero recordar quién, me dijo "sólo era un perro. cómprate uno y ya está". Se me nubló la vista. Le dije varias cosas, entre ellas que no se trafica con seres vivos, que yo no compro a mis amigos. Y también le dije: "si hubiera sido un niño, si hubiera sido tu hijo, ¿simplemente tendrías otro y te olvidarías del que murió?"
Era mi niño. Jamás lo olvidaré.
A los insensibles que dicen: "sólo es un perro" o "sólo es un gato", vamos, "sólo es un animal", les recuerdo que los animales nos dan cariño sin pedir nada a cambio. A veces, ni siquiera piden que ese cariño sea recíproco.
Siempre recordaré a Golfo, era un amigo fantástico.