EXTRAÑOS CORTOS RELATOS

El blog recopilatorio de las idas de pinza de Mortfan1

9 oct 2009

Gemelos: el inicio de una tradición

Fabio estaba encantado con sus hijos adoptivos.
Se maravillaba de cómo Marcus podía levantar toda la tierra del campo y hacer surcos tan rectos como milimetrados en apenas unos minutos y hectáreas eran sembradas en sólo una mañana.
Su asombro aún crecía cuando veía a Marius razonar con las ovejas hasta convencerlas de que no perdieran unas la pista de otras.
Había encontrado aquellos gemelos abandonados en el bosque aún recién nacidos y mil veces había dado gracias a los dioses por el descubrimiento, pues habían paliado su soledad siendo los hijos que nunca había tenido a la vez que hacían su granja la más fecunda de la zona.
El pueblo sufría bajo los abusos del tirano que ostentaba el poder. Los desconsolados campesinos veían temporada tras temporada cómo el ejército real se llevaba sus cosechas y los sumía en el hambre y la desesperación. Un buen día, un grupo de soldados del rey acudieron a la granja de Fabio por segunda vez en un mes.
- ¿Qué es lo que deseáis, buenos señores?- preguntó el granjero, saliéndoles al paso.
- Venimos a buscar el diezmo- graznó un soldado de aspecto adusto.
- Pero señores- imploró Fabio al tiempo que Marcus salía de la casa, con la tez seria y se ponía a su lado- Ya lo entregamos. Si nos quitan el resto, moriremos de hambre.
El soldado rió y, haciendo una seña a sus compañeros, se dispuso a tomar aquello que habían venido a buscar. Mas la sonrisa se heló en su rostro en cuanto Marcus tomó su brazo y apretó con fuerza, rompiendo todos sus dedos. Gimió desesperado mirando al joven granjero con ojos vidriosos. Marcus soltó al soldado al tiempo que otros lo atacaban, pero fue en vano. Uno a uno fueron cayendo bajo los poderosos puños de fuerza inhumana. Intentar moverlo era como intentar deslizar una montaña y se oían los huesos crujir al golpearle los atacantes.
Cuando los restantes soldados se recuperaron de la sorpresa y se dispusieron a atacarlo con armas punzantes, un aullido escalofriante recorrió el horizonte. Los hombres, aterrorizados, volvieron la vista a la colina y más de uno huyó al ver lo que se presentaba ante ellos. Un hombre exactamente igual al que estaba destruyendo sus fuerzas se encontraba en lo alto de la loma, acompañado de un rebaño ovino mezclado con lobos feroces que gruñían y enseñaban los dientes. Hasta las ovejas parecían peligrosas bajo el aura de aquel demonio. Con un último grito se lanzó contra los que aún permanecían allí, paralizados por el miedo, junto a su ejército animal. Los herbívoros llevaban a los hombres hasta las fauces de los lobos o confundían los movimientos de los soldados para que sus compinches carnívoros remataran el trabajo. Marius golpeaba a la velocidad del rayo y Marcus con la fuerza de la tierra. Sus aliados animales persiguieron a los fugados dando buena cuenta de sus presas.
Todos los soldados ante ellos murieron aquel día.
No contentos con esto, pues bien sabían que volverían y en mayor número, los hermanos, concluyeron que lo mejor era perseguirlos y terminar de una vez por todas con el maldito régimen.
Así, se pusieron en camino dotados de luz propia. Uno capaz de destrozar regimientos enteros con sus manos desnudas, el otro ejerciendo su control sobre cada animal viviente. El padre de éstos, viendo lo que los muchachos podían hacer, llamaba de puerta en puerta para que todos sus vecinos fueran testigos de lo que iban a vivir y los campesinos, hartos hasta el hastío de la expoliación gubernamental, los seguían armados de horcas, hoces y demás aperos, prestos para entrar en batalla junto a estos súper hombres.
El rey, de gran envergadura y ataviado con broncínea armadura, esperaba al grupo rebelde en el bosquecillo que rodeaba el pueblo.
- Veo que ya habéis llegado- dijo sonriendo- ¿Sorprendido?- preguntó al ver la expresión de Marcus- Suerte que tenemos soldados cobardes que se esconden a esperar la rapiña de sus compañeros ¿verdad? Así pueden avisarnos...
- Se nos escapó un gusano- dijo Marcus con voz seria.
- Efectivamente. No te preocupes- rió - lo castigamos, por supuesto.
- Lo suponía. Ninguno tenéis honor.
- Pero tengo esto- dijo con una sonrisa amplia, al tiempo que señalaba tras de sí y diez guerreros férreos salían de sus escondrijos- También tengo mil soldados esperando mis órdenes en el valle... pero no creo que sean necesarios- y tras terminar su discurso dio la orden de atacar.
Ambos hermanos unieron sus fuerzas. Marcus golpeaba con la fuerza de un huracán y Marius con ardor animal. Por un momento, uno de sus contrincantes creyó ver afilados colmillos adornando su sonrisa y esto lo aterrorizó de tal modo que erró en su ataque, dándole al gemelo la oportunidad que esperaba.
En menos tiempo de lo que se tarda en contarlo, los jefes guerreros estaban muertos y los hermanos, cubiertos en sangre, miraban con ojos enloquecidos al rey.
- No es posible- balbuceaba éste atemorizado.
- Es tu hora- gruñó Marius antes de que un aura terrorífica rodeara su cuerpo, dándole verdadero aspecto de bestia.
Aunque intentó escapar, fue en vano.
Consiguió exhalar un grito antes de que Marius lo alcanzara y hundiera los afilados colmillos en su real cuello.
Marcus bramó y se lanzó contra los soldados que ya corrían loma arriba para socorrer a su rey. Todos y cada uno de los campesinos lo imitaron formándose una cruenta batalla. Pocos se atrevieron a enfrentarse a él tras ver cómo los primeros que lo habían atacado caían en grupos a un solo golpe de su brazo. Y la imagen de cientos de campesinos enloquecidos por la sangre y la supuesta invulnerabilidad de su comandante no era más halagüeña.
Muchos murieron aquel día.
Marcus se acercó, sudoroso y con una sonrisa temible, a Marius y se agachó junto al cuerpo tendido del rey.
- ¿No lo has matado?- espetó.
- No- fue la escueta respuesta.
Se apartó para que su hermano pudiera comprobarlo y se puso en pie. Con estupor vio cómo Marcus agarraba al inconsciente rey como si fuera un pelele y lo acercaba a su rostro.
- ¿No lo has matado?- repitió- Yo haré el trabajo por ti- con una risa demente estrelló la cabeza del rey contra el suelo y se bañó con su sangre.
- Pero ¿qué has hecho?- preguntó mirando aterrorizado el cadáver.
- ¿Acaso pensabas que íbamos a dejarlo ir tan tranquilamente?
- ¡Estaba indefenso!- el estupor de Marius había sido sustituido por una ira sin límites- ¿Es que no tienes honor?
- No sabía que tenías tantos escrúpulos- rió con fuerza- Mira a tu alrededor, hermano, ¡somos dioses! No tenía idea de que teníamos tanto poder pero ¿te imaginas lo que podríamos hacer?
- ¿Estás loco? Nos metimos en esta lucha para ayudar a los ciudadanos ¡no por ansia de poder!
- Si eso es lo que piensas- dijo Marcus encogiéndose de hombros- El mundo no necesita dos héroes.
- ¿Quieres...?- Marius se apartó de su hermano poco a poco- ¡No pienso luchar contigo!
- Tú o yo, hermano- dijo Marcus. Atacó a su hermano con increíble velocidad y fuerza, pero éste fue más rápido y esquivó su embite.
- Tú, Marcus- lo miró con increíble dolor- No pienso luchar contigo- repitió- pero si tu poder- escupió la palabra con temible desprecio- causa daños al pueblo...
- ¿Me vas a detener tú?- rió Marcus con fuerza.
Sin mediar más palabra, Marius se alejó dos pasos más de él y, alzando su cabeza al cielo, aulló de modo espeluznante. A lo lejos se oyó otro aullido de respuesta. Y otro. Y otro más. Todo el bosque pareció cobrar vida entonces, conformando los diferentes gritos de animales un canto macabro que heló la presencia de todos los presentes. Un temible bramido bestial y el joven se desdibujó ante los ojos atónitos de los campesinos apareciendo en su lugar la forma de un azor. Con un último brillo en sus ojos de ave, alzó el vuelo, perdiéndose en la espesura del bosque. Marcus lo observó apenas un instante y luego se volvió a los que lo rodeaban.
- Traed a todos los habitantes del pueblo que hayan sufrido a manos del antiguo déspota. Encerrad a los partidarios del antiguo rey en sus casas. Después prended fuego al pueblo- ordenó.
- Marcus ¿qué has hecho?¿qué piensas hacer?- gimió Fabio.
- Voy a levantar una nueva ciudad aquí mismo- señaló al valle- y seré el primer rey de una saga de grandes líderes- la locura brilló de nuevo en sus ojos.
- Al menos sabemos que Marius vigilará- murmuró Fabio para sí con la angustia grabada en el rostro- Sí, Marius velará por nosotros.
Desde el bosque, unos penetrantes ojos de azor observaban la escena.

2 comentarios:

Chusa dijo...

El poder alcanza los límites más opuestos, puede convertirte en un salvador aclamado, o en un desalmado.
Fantástica la expresión de tu relato, puedo visualizar perfectamente las escenas.!!bss

Anónimo dijo...

La historia se repite, como siempre: la victima que se transforma en verdugo. ¡Escribes muy bien, en serio! Soy Ismael, no se si te acuerdas...