EXTRAÑOS CORTOS RELATOS

El blog recopilatorio de las idas de pinza de Mortfan1

1 nov 2009

19 de diciembre ¿Camiseta?... Roja

Viento. Frío. Nieve. Árboles.
Cuando paseas por el parque, en soledad, el día de navidad, puedes esperar innumerables cosas. Que te atraquen, que te maten, te violen... o que simplemente no te ocurra nada porque todo el mundo está en casa celebrando las fiestas y lo más grave que te lleves a la cama esa noche sea un congelamiento parcial de pies.
Sin embargo jamás podría haber imaginado lo que realmente me ocurrió...
¿Que qué ocurrió?
Muy bien, empecemos por el principio...

El día comenzó como de costumbre: conmigo tirándome de la cama para conseguir levantarme tras media hora de "cinco minutitos más". Podría criar pingüinos en ese universo helado que es mi piso por las mañanas, sale vaho de mi boca y los pies se pegan al suelo igual que la lengua al hielo en una película cómica. Me lo planteo seriamente mientras desayuno el café calentito que me hace volver a ser persona un día más.
Me cuesta decidirme a quitarme el pijama y ponerme la ropa para ir a trabajar aunque finalmente lo hago a toda prisa, pues ya llego tarde. Tras coger mis bártulos a velocidad absurda y envolverme en mil vueltas de bufanda roja de punto salgo corriendo para no perder el autobús que me llevará hasta mi celda diaria.
- ¡Janssen!- vaya, el jefe está enfadado. Si no, no me llamaría por mi apellido- ¿Otra vez tarde?- noto que se fija en mi aspecto poco convencional, su mirada me recorre de los pies a la cabeza, donde se detiene con desagrado- ¿Y con esas pintas? Por el amor de una madre, eres la única mujer que conozco que sería capaz de vestirse con unos pantalones dos tallas más grandes, un jersey raído de color indefinido, una bufanda que parece hecha para toda una comunidad y con un zapato distinto en cada pie.
- Señor, hay mucha gente que lleva zapatos diferentes...
- Puede que sí lleven deportivas de colores distintos, pero tú llevas una deportiva nike negra en un pie y una bota de agua amarilla en el otro...
- Es parte de mi estilo creativo...
- Y tienes suerte de tener gran estilo creativo... pero como vuelvas a llegar tarde me cabrearé de verdad ¿entendido Janssen?
-Sí jefe.
Mientras el oscuro dueño de la mazmorra se aleja aún furibundo, un adonis se acerca por mi espalda . Pelo oscuro y ondulado, ojos color jade, olor seductor a colonia de categoría.
- Andrés- me doy la vuelta y me dispongo a abrazarlo, pero él se aparta de mí dulcemente y me mira con reproche.
- Pensé que vendrías anoche- su voz suena dolida.
- Sí, pero estaba agotada.
- Siempre estás agotada. Hace meses que no quedamos más de una hora fuera del trabajo y no quiero pensar en cuanto hace que no tenemos relaciones.
- ¿Sexo?¿Aún existe eso?- intento bromear y quitarle hierro al asunto pero no funciona.
- Tengo que saber si estás conmigo, Sara. A tiempo completo.
- Andrés... Yo...
- Pues entonces tú y yo no tenemos nada que hacer juntos.
Se va dejándome ligeramente apesadumbrada y me siento en mi silla con un enorme suspiro trágico.
- ¿Otra vez lo habéis dejado?- levanto la mirada y veo al hombre que acaba de acercárseme.
- Sayid ¿estabas escuchando a escondidas?
- ¿A escondidas? Toda la oficina ha podido escuchar el portazo que Andrés ha dado al rendirse de nuevo en su empeño en conocerte.
- No ha dado ningún portazo.
- Metafóricamente, Sara...- me mira con sus grandes ojos negros mientras un rizo le cae graciosamente sobre el puente ligeramente arqueado de su arábiga nariz- Toma- veo cómo me tiende la pareja de la bota de agua que luce mi pie derecho- Es mejor esto que las deportivas, hace demasiado frío.
- ¿Cómo sabías...?
- Tengo siempre una pareja de deportivas y de botas de tu número- lo miro extrañada- Siempre vienes con ellos desparejados en el momento menos oportuno, así que si lo necesitas de verdad como hoy, puedes cambiarte.
- ¿Y cómo sabías que tenía unas botas amarillas?- pregunto mientras me cambio.
- No lo sabía. Esto sí es una casualidad. De nada.
- Gracias.
- Debería volver al trabajo antes de que al jefe le dé una aplopejía- sonríe seductor- Y tú deberías comenzar.
Se aleja despacio y echa una última mirada atrás, encontrándose sus ojos y los míos. No puedo evitar sonreírle en ese momento. Sayid es de origen algo así como árabe, aunque no sé exactamente de dónde. Su abuelo era iraní, iraquí, afgano, turco... no son el mismo pueblo y originariamente creo que ni la misma raza pero ya sabéis... si lo dices en España, todo son moros. Sin embargo, no puedo imaginar persona más dulce que él, ni más atea, tanto que se dice de los "moros" que si son todos extremistas religiosos... Mucho ver la paja en el ojo ajeno es lo que hay en este país. Huele a bizcocho recién hecho y a chocolate caliente...
Me concentro en mi trabajo y mantengo mi mente en los proyectos en los que estoy trabajando. Antes de irme, lo invito a cenar en mi casa. Él está solo, yo estoy sola... no me parece tan mala idea... Ante mi sorpresa, acepta encantado y queda en venir a las 10. Él traerá el vino y el postre.
Salgo apresuradamente para comprar algo de comer y veo la mirada enfurecida de Andrés. La verdad, ya me tiene harta de tanta tontería ¿es tanto de pedir una amistad y un poco de sexo ocasional?
Son las 9 de la tarde y ya es noche cerrada. La nieve cubre la carretera y no me parece inteligente coger un taxi, con el tráfico que hay así que, cargada de bolsas, me dispongo a atravesar el parque con total decisión y rapidez.
Mis botas amarillas chapotean en los charcos semicongelados mientras la nieve cubre mi cabello y el viento azota mi rostro, ya casi azul. Dejando las bolsas en el suelo un instante compongo mi imagen cubriendo mi cabeza casi por completo con la bufanda. Aún sobra un buen trozo para cubrir el cuello e incluso el pecho, por dentro del abrigo. Me encanta esta prenda. Silenciosamente, un champiñón se desliza de la bolsa hasta el suelo embarrado. Cuando recupero mi compra, lo veo allí caído. Se me escapa una maldición pero, al fin y al cabo, sólo es un champiñón pequeñito. Lo dejo allí.
Sigo mi camino a paso rápido, la nieve empieza a caer fuerte de verdad, apenas se puede ver unos pasos por delante de mí.
"Corre"
Me doy la vuelta con rapidez y miro a mi alrededor. ¿Son cosas mías o alguien acaba de susurrarme al oído? Allí donde había estado un momento sólo había una sombra, aunque parecía crecer. Me río de mí misma, la imaginación me está jugando malas pasadas.
"Corre"
"¿A qué estás esperando?"
Me vuelvo de nuevo. Frente a mí no hay nada. Comienzo a inquietarme ligeramente. Retomo el paso, acelerando para alcanzar cuanto antes el fin del parque y llegar lo antes posible al refugio seguro que es mi piso.
Oigo un crujido detrás de mí.
Me detengo. El hielo se agolpa en mi cara, cual lágrimas derramadas, aunque ni una sola ha escapado a mi control. Me doy la vuelta lentamente. La sombra ha crecido.
"Corre"
"Tienes que irte"
"No esperes. Corre"
Las voces susurran a mi alrededor pero, aunque miro a todas partes atemorizada, no veo a nadie. La sombra sigue creciendo. Parece que se acerca. Estoy completamente paralizada por el miedo, creo que me estoy volviendo loca. La sombra sique acercándose. Para mi inmensa sorpresa un enorme champiñón gigante aparece ante mis ojos.
- Pensabas dejarme aquí tirado- me acusa con voz de ultratumba.
"Corre ¡Corre!"
Hago caso finalmente a las voces y echo a correr totalmente atemorizada, las bolsas abandonadas en la hierba con su contenido desparramado por entre las hojas escarchadas.
Llego finalmente a mi portal y allí está Sayid con expresión preocupada. Me ve y me sonríe, pero al ver mi rostro la preocupación vuelve al suyo.
- Sara ¿estás bien?
- Sí, sí, creo que sí.
- ¿Seguro? No tienes muy buena cara.
- Subamos por favor.
Tras una ducha relajante y un café que él ha tenido la amabilidad de preparar, todo comienza a estar mucho mejor. Le cuento lo ocurrido y él me mira con expresión extraña.
- Crees que estoy loca.
- No. Creo que estabas sola, de noche, en el parque oscuro y que tienes demasiada imaginación.
- Puede ser, pero la cena se ha quedado allí.
- Esperemos que lo encuentre algún mendigo, al menos servirá de algo- ríe mientras me abraza- Podemos tomar directamente el postre. He traído bizcocho.
- Tú hueles a bizcocho...
- Entonces puedes comerme a mí- sus ojos brillantes se clavan en los míos y nos besamos con increíble dulzura.

A partir de aquí, la clasificación es X y personal, así que no seguiré contando. Él es lo que siempre he buscado en un hombre y ni siquiera lo sabía: un amigo con sexo ocasional al que no le molesta la situación. La mayoría de los hombres dicen que no les molesta, pero acaba por fastidiarles que tú seas más independiente que ellos...
Y sí, me he quedado con esto. Porque cada vez que pienso en el parque y en champiñones gigantes me dan ganas de ingresarme voluntariamente en un psiquiátrico y no eran esos los planes que tenía para mi futuro.
Por si acaso, cada vez que voy por el parque, me llevo un mechero de cocina. Si un champiñón gigante vuelve a amenazarme... al menos lo gratinaré. Como que me llamo Sara Janssen.




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3 comentarios:

Mián Ros dijo...

Verdaderamente con ritmo,bueno bueno. Es el relato que más me ha gustado de los que te he leído.
Un abrazo fuerte.

mortfan dijo...

Gracias guapo! ;*

Anónimo dijo...

He estado a punto de comentar sin haber mirado el link de lo de la camisa... pues imaginate que creo que está muy bien sin ese pequeño detalle de que lo inventaste todo a partir de una frase pillada al azar. ¿Ya? Pues ahora súmale que ya lo sé, y solo se me ocurre pensar: ¡cuanta imaginación en esa cabeza!

Isma