EXTRAÑOS CORTOS RELATOS

El blog recopilatorio de las idas de pinza de Mortfan1

7 jul 2009

El pequeño bebé horrible

Se sentó en la terraza del café. Apoyó el portátil en la mesa de metal, admirablemente bien pintada de blanco, y pidió un "mocacciato". Mientras saboreaba con deleite aquella extraña especialidad del café, en el sitio acostumbrado bajo el roble milenario, al fin tuvo una idea. Allí iba siempre que la inspiración le fallaba y siempre la encontraba. El pequeño paraíso de sus musas.
Cerró los ojos un instante para captar en profundidad los aromas que envolvían el ambiente(café recién hecho, el verdor del bosquecillo anexo, pan caliente, musgo húmedo...) y luego, con una sonrisa, comenzó a escribir.

"Esta quincena el relato va sobre los anhelos femeninos. Y vosotr@s diréis <¡Qué fácil! Siendo mujer...>
Pues perdonad que os lleve la contraria.
Aún pulula en nuestras mentes ese antiguo interrogante: ¿Quién conoce los anhelos femeninos? Me temo que ni las mismas mujeres.
Antaño se esperaba de nosotras que fuéramos madres y esposas ejemplares, que aguantáramos estoicas los envites de nuestros propios maridos y nos contentáramos con la vida que nos había tocado. Así pues, las mujeres soñaban con todo lo contrario: salir al mundo, trabajar, realizarse...
Ahora lo tenemos aún más difícil. Se espera que triunfen en su trabajo, que lleguen lo más arriba posible... y además que sean esposas y madres ejemplares.
¿No, decís?¿Habéis oído hablar de las súpermadres? Heroínas anónimas que consiguen trabajar fuera de casa, recoger a sus hijos del colegio, preparar la comida, tener la casa limpia y satisfacer sexualmente a sus maridos sin perder la sonrisa. Acojonante.
En la mayoría de los casos nos vemos obligadas a elegir y ahí es donde entran nuestros anhelos desconodidos.
Las que se consideran más modernas se deciden por su trabajo. Las más tradicionales, por la familia.

Estaba yo el otro día navegando por los mundos internáuticos cuando encontré Pequeño bebé horrible, un texto de una de las mujeres del primer grupo que, a la vista de un niño monstruoso pero tan valiente como para mirarla a los ojos sin llorar, sentía despertarse de nuevo su instinto maternal... ¿Instinto maternal?¿Quizá lo que se esperaba de nosotras era seguir nuestro instinto?
¿Vamos ahora contra él?
¿O esa expresión no es más que una reminiscencia de la época en que éramos consideradas sólo válidas para la maternidad debido a no tener un colgajo en los pantalones?
¿Por qué cuando somos madres deseamos una exitosa carrera profesional y cuando tenemos ésta nuestro mayor anhelo es parir con dolor un pequeño bebé horrible que llenaremos de lacitos y encajes?
¿Por qué separado va todo junto y todo junto va separado?

Sea como sea, no es fácil escribir sobre los anhelos femeninos desconocidos. Ni vivir con ellos.
Bucear en tu interior y no encontrar más que sentimientos encontrados e ideas preconcebidas durante milenios que se resisten a dejar tu sitio e, incluso, te insultan si perseveras mucho.
Además, hay que tener cuidado con ellos.
Porque si tu anhelo es que tu pareja lama chocolate líquido de tu cuerpo o tú del suyo... tiene fácil arreglo.
Pero si es tener tu propio pequeño monstruito chupón... aparte de lo anterior hay que aguantar nueve meses de embarazo, un parto sangriento y treinta años de crianza(en ocasiones, más). Hay tiempo de sobra para arrepentirse... ¿Será ésa la causa oculta de la depresión postparto?

Yo creo que lo más recomendable es tener pequeños anhelos, porque lo demás viene dado solo... normalmente en el momento más inoportuno.

Yo, por ejemplo, deseaba escribir algo sobre los anhelos femeninos... y ya lo he hecho...
¿Se merece un pulitzer o un tomatazo en un ojo? Ni lo sé ni me importa.
Mi anhelo era escribirlo y ya lo he cumplido. Ahora ya estoy preparada para el siguiente. Las pequeñas cosas que te dan satisfacción... ésa es la clave de la verdadera felicidad.

Como colofón voy a dar un paseo por el río. Y a vosotras, pequeñas blogueras indecisas, os recomiento hacer lo que os apetezca, así sea tomar un buen lingotazo de bourbon.
Un saludo de una mujer realizada."

Cerró el portátil y terminó el mocacciato de un trago. Sonrió con orgullo extremo mientras degustaba la galleta que acompañaba al café y se recostó ligeramente en la incómoda silla metálica mientras hacía una seña.
Una solícita camarera se acercó presurosa.
- ¿Desea algo más el señor?
- No, gracias. Estaba delicioso. La cuenta, por favor.